Crítica: 'Dorian Gray' - Un truño intolerable


( Crítica publicada originalmente el 10 de octubre de 2009 con motivo del Festival de Sitges)

Cuando alguien se dispone a adaptar al cine un libro que admiras, el recelo inicial es inevitable por motivos inherentes a otras fallidas adaptaciones. Por eso, cuando me dispuse a ver Dorian Gray en Sitges no me esperaba gran cosa, pero el resultado aún fue peor.

La vaga confianza que deposité en el director de ‘Supercañeras’ (¿he aquí la respuesta al enigma?) se disipó en el primer minuto de película, cuando mis más terroríficos pensamientos se convirtieron en realidad: estaban perpetrando el lucimiento de un actor de nueva generación, nada más, aderezado con unos cuantos diálogos calcados del libro e insertados sin ninguna lógica en el conjunto: cuando Ben Barnes llega con su carruaje y hace una entrada estelar digna de ‘Crepúsculo’, concluí que la película iría por otros derroteros, lejos de la intelectual y filosófica narrativa de la obra de Wilde.

Oliver Parker y su guionista han convertido el libro en una versión teenager del texto original, muy pero que muy alejada de la inteligencia, sutil pero a la vez ácida crítica social, humana y moral del original, desembocando en una película que parece más una aventura de ‘conozca usted su sexualidad’ que una disociación sobre la personalidad de un hombre que se vuelve totalmente loco al alcanzar la inmortalidad a un precio que nunca estuvo dispuesto a pagar.

¿Dónde quedó el remordimiento y la delgada frontera entre el bien y el mal? ¿Qué ha sido de los silencios dolorosos de la novela, de las miradas frustradas y que en la película son el paradigma del tedio? Oliver Parker y su guionista se han olvidado por completo de plasmar algo verdaderamente importante: la grandeza y la miseria de la belleza, el hedonismo y la dificultad de la redención.

Pero lo que más me molesta son esos tintes fantásticos y de terror totalmente inventados que van pasando ante tus ojos mientras, atónito, ves cómo se sacan de la manga escenas que no existen en el libro, restan importancia al personaje de Lord Henry y por supuesto, reducen la personalidad compleja de un personaje apasionante como Basil, a un ignorante que quiere acostarse con el chico de moda; intolerable.

Pero lo realmente intolerable es cómo termina Dorian, cómo se han molestado en terminar la película: es un final anticlimático y totalmente fuera de tono, desfasado y de una vergüenza ajena que no era capaz de creer. Acababan de ponerle la guinda a un macabro pastel lleno de veneno. Lo peor de todo esto es que como se vea la adaptación sin conocer el libro, la película puede llegar incluso a gustar, porque para qué negarlo, es entretenida, pero en una adaptación de Shakespeare, de Poe o de Wilde no queremos simplemente entretenimiento, queremos el espíritu de las novelas y la profundidad de esos personajes creados por verdaderos maestros, que es precisamente lo que aquí buscaba, no una película sobre un joven al que le gusta cuidar su cuerpo y jugar con el corazón ciego de un par de jovencitas.


Lo mejor: Colin Firth.

Lo peor: Ben Barnes, un inefable Dorian Gray y el final, bochornoso y fuera de la realidad que proponía Wilde en aras de la fantasía más casposa.








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