Extra crítica: 'Sherlock Holmes'


En estos tiempos de reciclaje, de volver la vista a los mitos del pasado y ponerlos al día, es decir, convenientemente codificados a las (supuestas) claves de lo que debe de ser un superéxito cinematográfico al gusto popular de hoy en día, me resultaba a primera vista curioso el que se haya retomado las figuras decimonónicas de Sherlock Holmes y su fiel e inseparable compañero Dr. John Watson para convertirlos en protagonistas de una superproducción de intriga y acción en plan espectacular.

Una idea que luego, y bien pensada, resultaba también brillante. Acostumbrados a la imagen tradicional, sobre todo a raíz de las películas y series realizadas sobre los personajes creados por Sir Arthur Conan Doyle, de unas mentes deductivas geniales, pero más bien sedentarias. O séase, unas imágenes en realidad algo alejadas de los prototipos de hombres de acción y también entregados a los placeres más humanos tal cómo los concebió Conan Doyle. Resulta pues que al detective Sherlock Holmes le gustaba también boxear y que era buen conocedor de las artes marciales; o el Dr. Watson, más que un bonachón y gordinflón como había sido siempre retratado hasta ahora, era un ex soldado condecorado, mujeriego y hábil con las armas.

Por ello, uno de los puntos más publicitados de esta versión de Sherlock Holmes dirigida por Guy Ritchie era la de mostrar a los dos personajes de manera más fiel a la originalmente concebida por Conan Doyle. De allí que además se hayan cambiado otros aspectos de la imagen clásica que está más instalada en la memoria popular. Así, no oímos el característico “Elemental, querido Watson” (sólo en una ocasión, y en un relato corto titulado ‘El jorobado’, se llegó a utilizar esta expresión, por otra parte, parece ser que popularizada y extendida a partir de una obra de teatro y luego tomado por las posteriores adaptaciones para cine y televisión); o el hecho de que Holmes no se cubra la cabeza con la clásica gorra de cazador de gamos (detalle creado no por Conan Doyle sino por Sidney Paget, ilustrador de las novelas).



La película de Guy Ritchie, y gracias a las dos soberbias interpretaciones de Robert Downey jr. (con el punto justo de ironía, excentricidad y carisma) como Holmes y Jude Law (igualmente estupendo, y se nota que disfrutando con su actuación, aún en segundo plano) encarnando al Dr. Watson, es uno de los mejores blockbusters vistos en meses. Una producción con clara vocación de rompetaquillas y que consigue cuidar tanto las interpretaciones como el guión y yendo directa al grano prácticamente en todo momento. De hecho, su inicio es ya de lo más contundente con una primera escena que nos mete de lleno, sin más preámbulos e introducciones (porque se supone que el espectador conoce de sobras a los dos protagonistas), en medio de la acción e intriga de la historia. Una secuencia de apertura propia de un Indiana Jones o un James Bond, referentes nada gratuitos a la hora de hablar de esta versión.

Una aventura que les hará enfrentarse al diabólico Lord Blackwood, encarnado por Mark Strong (uno de los actores fetiche del cine de Ritchie) en una interpretación que podría definirse como la del Hannibal Lecter de la magia negra; y también, en menor medida (por el momento) al principal enemigo de Holmes, un Moriarty que mantiene su rostro oculto y actúa a la sombra en contadas ocasiones.

El problema es que un material muy bueno, las interpretaciones y el guión, quedan deslucidos precisamente por esa “necesidad” de incorporar mucha acción física, efectos visuales y espectáculo. De pronto, los ejecutivos tras esta superproducción recordaron que habían invertido 90 millones de dólares, más promoción, y por lo tanto había que asegurarse, más que una obra de calidad, que el invento fuera rentable a corto o medio plazo.




De modo que, medida número uno, el argumento está repleto de elementos y géneros, cuanto más mejor, para intentar cazar/contentar a la mayor cantidad posible de espectadores. Hay comedia, acción, fantasía (elementos fantásticos traicionan el espíritu de Conan Doyle), toques románticos, intriga y… medida número dos, se debía notar que había una gran inversión por medio de grandiosas escenas de acción, explosiones, persecuciones, panorámicas aéreas espectaculares sobre un Londres recreado digitalmente, o con un Londres de calles bulliciosas infestadas de gentío y un clímax físico por todo lo alto – aquí en lo “alto” del Tower Bridge en construcción -.

Por supuesto, el director, Guy Ritchie no se va a librar de que también le critique negativamente. Su estilo visual, el que logró una legión de adeptos en Snatch. Cerdos y diamantes, alcanza su zenit en Sherlock Holmes con todo tipo de virtuosismos de montaje y encuadres, ralentís e imágenes aceleradas, con flashbacks y flashforwards. Una puesta en escena impactante, pero también excesiva, barroca, cargante en definitiva y que curiosamente también funciona, en algunas ocasiones, muy bien.

A veces con escenas que pretenden impresionar (y lo consiguen), como las visualizaciones mentales de Holmes sobre los golpes a dar para derivar a sus adversarios, sea un luchador o un matón, y que luego reproducirá fielmente; u otros menos espectaculares, como el simple hecho de un Dr. Watson abriendo el amplio cortinaje que mantenía a oscuras a un deprimido Sherlock encerrado en su estudio (una mente brillante que difícilmente se complace o entretiene con la mediocridad del mundo exterior).



TRAS LA PISTA DEL DIOS WILDER

(Contiene spoilers) Cuando Irene Adler (Rachel McAdams) le pregunta a Sherlock (Downey jr.) por la lista de desagravios que tiene en contra de ella, éste le responde: “Cronológicamente o alfabéticamente”. El humor, las interpretaciones de Robert Downey jr. y Jude Law son dos de las bazas destacadas de Sherlock Holmes y que hacen que merezca la pena ver la película. Junto a unos diálogos ocurrentes e ingeniosos, muy por encima de lo que acostumbra a tener un blockbuster. Igualmente magníficos son algunas de las réplicas y frases que se dedican Sherlock y Watson (Law) en su toma y daca particular. Diálogos que permiten invocar el nombre de Billy Wilder (el “Dios Wilder”, al que se referiría Fernando Trueba cuando recogió el Oscar a la mejor película de habla no inglesa por Belle Epoque). Un Wilder que, en materia sobre el célebre detective de Baker Street, dirigió esa obra maestra que es La vida privada de Sherlock Holmes (1973).








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Comentarios

  1. Veo que los dos pensamos lo mismo sobre la película, Carles, y me alegro. A mi también me ha gustado mucho. La gente tiene muchas ideas preconcebidas sobre Sherlock Holmes, pero en la mayoría no provienen de los libros, sino de adaptaciones posteriores, así que creo que el espiritu del personaje se ha respetado mucho más de lo que parece.

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  2. La verdad, Alicia, es que me ha gustado muchísimo... pero es como si hubiera 2 películas. Una, con unas estupendos diálogos y actores (Downey y Law están magníficos), o un diseño de producción muy cuidado... y otra la de los "productores" con escenas espectaculares y artimañas de guión, todo ahí amontonado y en grandes cantidades para intentar abrumar en el espectador, y que no me ha convencido tanto. Pero es un excelente blockbuster.

    Se dice que había otra versión inicial de la película de Guy Ritchie, y que la productora en parte obligó a añadir algunas escenas (fue cuando se rumoreó que Brad Pitt haría de Moriarty y había que volver al set de Londres para rodar estas nuevas escenas con Pitt). No sé realmente que hay de cierto en lo de que los productores puedieron hacer rodar o no de nuevo más escenas de acción, pero sí que de alguna manera se detecta (o al menos eso me pareció a mí) que en este montaje final hay como "2" películas, 2 tratamientos del guión conviviendo.

    Un saludo.

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