CRÍTICA: 'OCÉANOS'


En estos tiempos de prisa que corren a veces es necesario encontrar películas de ritmo pausado, de planos que se recrean en pequeños detalles, de música relajante. Podríamos decantarnos por el último Haneke, aunque en mi caso aposté por un documental dado lo insólito de la propuesta: encontrar un documental francés en nuestros cines hoy en día es, cuanto menos, un hito para el género. Porque no es un Michael Moore o cualquier otra cinta oportunista, sino una oda a la naturaleza, un homenaje al planeta azul y su elemento predominante.

El hombre conoce la tierra al dedillo. Ha explorado desiertos, montañas y las selvas más profundas, pero aún se le resiste el mundo que se oculta bajo el agua. Éste es el viaje de un hombre y un niño, que son todos los hombres del mundo, por la historia y los misterios que esconden los Océanos.

Y es que, aunque podría pasar por un documental de La 2 o National Geographic, Océanos aprovecha el ensimismamiento y la espectacularidad de la tecnología para llegar donde no ella el ojo humano. Ya disfrutamos de una propuesta de ambición similar con Tierra o, en un circuito más “tradicional”, en El viaje del emperador. Porque cuando ruge la naturaleza, ¿qué falta hacen actores, tramas y guiones? Y eso que haberlo, haylo. Un hilo conductor, apenas intuido, para aportar datos y maravillar más aún al espectador, mediante el cual los directores Jacques Perrin y Jacques Cluzaud nos sumergen en un viaje a lo desconocido.

Y es que los océanos ocultan sus bufones (las focas), sus villanos (las orcas), las víctimas (¡los tiburones!), aunque todo esto no es más que la manía catalogadora del ser humano. Océanos habla de los mares y grandes superficies líquidas de la Tierra, de acuerdo, pero también denuncia las maneras del ser humano al actuar con su entorno y refleja la irrelevancia del hombre, su menudencia en un universo que se encuentra en expansión. Pero si bien el documental alcanza algunos de sus picos más interesantes en la relación humanos-medio, sus principales bazas residen en el empaque de las fuerzas de la naturaleza: un abanico de colores ilimitado, bancos inmensos de peces que forman figuras en el agua, pájaros que se sumergen como flechas o los ojos negros, profundos de una foca que mira a cámara como si supiera que estamos al otro lado.


Para reforzar todas estas emociones, todas esas imágenes de pura verdad, la película cuenta con la poderosa partitura del francés Bruno Coulais (Los chicos del coro, Los mundos de Coraline), el otro gran motivo por el que vale la pena dejarse perder durante cien minutos en un cine que nos hace más humanos, más insignificantes, más sabios y más comprometidos.

En definitiva, Océanos es lo que promete. Un documental sobre la naturaleza digno de disfrutar en las mejores condiciones por su fuerza visual y su poderío emocional intrínseco, que conecta con nuestro interior (después de todo, somos un sesenta por ciento de agua). Una experiencia cinematográfica diferente.

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