Two Lovers / Noches Blancas


Two Lovers / Noches blancas

A pesar de que Noches blancas es una de las primeras novelas de Dostoievski ya se vislumbran en ella todos los ingredientes esenciales de su depurada narrativa, en especial la impronta psicológica que envuelve toda la obra. Formalmente utiliza la figura del narrador equisciente que cuenta en primera persona la parte que le corresponde como protagonista, cediendo la palabra a Nástenka (el otro personaje principal) cuando esta explica su propia historia. Los hechos transcurren a lo largo de cuatro noches y una mañana en la ciudad de San Petersburgo durante el solsticio de verano, en el que se produce el curioso fenómeno de las noches blancas, cuando la oscuridad nunca es total.

En esta primera etapa creadora, antes de que se volviera mucho más conservador tras su trágica experiencia en prisión, Dostoievski se siente comprometido con la sociedad y el momento histórico que le toca vivir. Esto se refleja de una manera sutil e irónica a través del personaje de la abuela, apegada a la tradición y fiscalizadora de su nieta. La literatura y “los malos libros” que nunca dejaría leer a Nástenka simbolizan la censura a la libertad de expresión por parte del poder establecido en la Rusia de los zares. De hecho, esta novela fue publicada en 1848, un año antes de que fuera condenado a cinco años de trabajos forzados en Siberia por sus contactos con el Círculo de Petrashevsky, un grupo intelectual radical de ideas nihilistas y utópicas.

Han sido varios los directores que se han inspirado en esta historia ambientada en el siglo XIX, destacando Visconti que la trasladó a la Italia de los 50 con gran maestría. Ahora James Gray hace lo propio en la América actual. En ambos casos son interpretaciones personales que coinciden en un punto esencial con la obra literaria: la exploración psicológica de las relaciones amorosas.

En una primera lectura superficial y si atendemos al subtítulo, Novela sentimental (recuerdo de un soñador), podríamos pensar que estamos ante una novela que aún rememora el cercano romanticismo más que ante una novela realista como las de su etapa de madurez. Sin embargo, un análisis más profundo nos hace ver la intención del autor por diseccionar la ambigüedad del sentimiento humano cuando se trata del amor. Esta es sin duda una obra abierta al lector, a las múltiples opiniones que puede generar el comportamiento de unos personajes que en ningún momento son sinceros con lo que realmente sienten. La volubilidad emotiva depende de las circunstancias de cada momento, de modo que los protagonistas se confiesan amistad o amor en función del devenir de los hechos. No se trata de una manipulación intencionada sino de un instinto que guía a todos los humanos en la supervivencia emocional. El amor puro no existe, parece decirnos el autor, aunque este haya sido idealizado y loado desde siempre.

Si analizamos el desarrollo de la trama, cada movimiento es un paso en falso, un engaño recíproco e interesado:

Desde un primer momento el protagonista no es sincero. Disimula su atracción y no se atreve a confesar a la mujer que acaba de conocer que representa la idealización del amor con el que siempre soñó. No le dice sus verdaderas intenciones hasta que ve posibilidades de realización.

Ella aún sabiéndolo, ya que hay signos claros de que está disimulándolo muy mal, decide continuar su relación de “amistad” porque en ese momento se siente sola y desamparada.

La “amistad” se acaba convirtiendo en condición, continuando la farsa hasta llegar al extremo del egoísmo retorcido cuando Nástenka pretende utilizarlo como intermediario para conseguir de nuevo a su verdadero amor. A pesar de consentir no llevará a cabo su plan de interceder, intentando en todo momento convencerla de que desista en su empeño y lo acepte ya que está cerca y dispuesto, sin importarle la evidencia de que no le quiere.

Aunque parece resistirse al principio, cuando Nástenka pierde definitivamente la esperanza de que su amante vuelva, se aferra al hombre bueno que la contempla y que está dispuesto a solucionar su vida de miseria y represión. Se autoengaña (o no tanto) hasta que el destino hace que en el último momento su amado vuelva a buscarla. No duda ni un segundo y se lanza en sus brazos no sin antes dar “un beso apasionado” al pobre infeliz desconsolado. Sin duda se va con el mejor postor, el que la introdujo en la cultura de los libros y la ópera y quien mejor resolverá su situación personal.

Ni siquiera el final se libra de este juego. Ahora el autoengaño es para el personaje- narrador que se consuela refugiándose en su anterior y solitaria vida sin ser capaz de reaccionar ante su propio destino, aunque este le haya dado una prueba de que el mundo exterior existe y aún sabiendo que al fin llegó “el día en que cambiaría todas sus fantasías por un momento intenso en la vida real”.

Son muchas las preguntas que subyacen: ¿Existe un comportamiento moralmente genuino en el amor o por el contrario es un contrato en blanco entre dos personas? ¿Se puede domesticar? ¿Es aceptable que nuestros intereses prevalezcan si todos lo hacemos? ¿Es posible perdonar cuando somos la parte perdedora? ¿Se puede confundir la pena con el amor, aunar sentimientos ante la adversidad? ¿Por qué amamos a quien amamos y no a quien nos conviene?

Estos son los entresijos de esta novela que parece a simple vista, de puro sencilla y directa, sólo una bella y enternecedora historia de amor. Ahí radica el arte de quien, recurriendo a una especie de refracción que enmascara la definición precisa de los sentimientos, va sembrando numerosos matices aclaradores del fondo de la historia.






.

Comentarios

  1. No tenía ni idea de que Two Lovers tuviera algo que ver con Noches blancas de Dostoievski. Me lo apunto, que ahora tendrá algo más de tiempo para leer.


    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario. El relato de Dostoievski tiene apenas unas 90 páginas y es entretenido de leer. Hay una película de Visconti basada en el mismo cuento y que también se titula Noches Blancas. Nos parece curioso el hecho de que en las dos películas los protagonistas bailen. En el caso de Mastroianni, el baile es con una música de Bill Halley, lo que por entonces era muy moderno. Recordemos que Bill Halley tiene el mérito de haber sido el primer "rocker" cuya música apareció en una película. En concreto fue en Blackboard Jungle,1955, en donde suena Rock Around the Clock. En el caso de la película de Visconti la canción es Thirteen Woman.
    Saludos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

"LOS COMENTARIOS ESTÁN SUJETOS A MODERACIÓN. POR FAVOR, EVITA EN CUALQUIER CASO LOS INSULTOS, COMENTARIOS FUERA DE TONO O CONTEXTO, OFENSIVOS, PROVOCADORES Y MERAMENTE PROMOCIONALES O SPAM. RESPETA LA OPINIÓN DEL AUTOR DEL ARTÍCULO O LA CRÍTICA, ASÍ COMO LOS COMENTARIOS DE LOS DEMÁS". CUALQUIER COMENTARIO CONSIDERADO COMO UN TROLL TAMBIÉN SERÁ BORRADO INMEDIATAMENTE.

POR LO DEMÁS, ¡ADELANTE! NOS ENCANTARÁ SABER TU OPINIÓN.

Entradas populares