'La maldición de Frankenstein' (1957) - La saga de Terence Fisher para la Hammer (I)
Si pensamos en el monstruo de Frankenstein la primera imagen que nos viene automáticamente a la cabeza es la clásica de la Boris Karloff, en un diseño de Jack Pierce, para las películas del Universal dirigidas por James Whale en la primera mitad de los años 30. Con la cabeza casi rectangular y tornillos en ambos lados del cuello, un cuerpo enorme embutido en un traje negro desgastado e inmensos zapatones. Grotesto y amenazante, terrorífico, trágico y conmovedor al mismo tiempo.
A los responsables de la célebre productora Hammer también les podría haber inspirado la misma imagen cuando decidieron emprender una nueva versión del mito de Mary Shelley. Pero el anuncio del proyecto puso en guardia a los de Universal recordándoles que si usaban un diseño para la criatura similar al suyo les caería una buena demanda para reclamar sus correspondientes derechos de imagen. Así que el encargo de crear al monstruo en ‘La maldición de Frankenstein’ (The Curse of Frankentenstein, 1957) recayó en Phil Leakey, un londinense artista del maquillaje, con el objetivo puesto en plasmar a una criatura distinta a la clásica de Karloff. Pese a no ser tan recordado, creó un personaje mucho más cercano al que había imaginado Mary Shelley. Un rostro y cuerpo también hecho a base de costuras y remiendos, pero de aspecto más humano e igualmente siniestro por su pálida tez, sus cicatrices y su aspecto de muerto viviente o de ser vivo visiblemente deteriorado, pero al fin y al cabo de apariencia más humana y que interpretó Christopher Lee, entonces todavía un desonocido.
Y el caso es que ‘La maldición de Frankenstein’ marcó una época, el de la productora británica Hammer que desde entonces y gracias al gran éxito inesperado de la película, se especializaría en el género de terror. También, la que fue la primera película en color de la Hammer, inició una bastante rentable franquicia sobre Frankenstein además de otras felices cinéfilas coincidencias: el primer trabajo del gran Terence Fisher con la Hammer; el primer encuentro entre Peter Cushing y Christopher Lee (aunque la primera opción era la del actor Bernard Bresslaw, algo más alto que Lee), el primero interpretando al barón de Frankenstein y el segundo a su horrible creación antinatura; y también el inicio de una fructífera serie de colaboraciones de Fisher con el guionista Jimmy Sangster, el compositor James Bernard y el director de fotografía Jack Asher.
En contraste con los clásicos de James Whale para la Universal, además de las diferencias en el aspecto de la criatura y el empleo del color, la nueva versión se centraba especialmente en la figura del barón de Frankenstein en lugar de de su creación, el monstruo; y por lo tanto la ambigüa elegancia y caballerosidad, la amoralidad y la obsesión por gestar vida de la muerte en ese desafío a Dios (el pulso entre las posibilidades del hombre y la ciencia versus lo que se supone viene dictado por leyes divinas en las que el ser humano no debe entrometerse) que representa la figura del doctor Frankenstein. Aunque el tratamiento de Fisher también iria dejando claro, en ésta y en las posteriores cuatro películas que realizaría sobre el mito, que las gentes o la sociedad que rodeaba al barón no eran mucho mejores que él; al menos, a Frakenstein le movía una idea, una meta de interés científico.
Peter Cushing compone un retrato magistral, el de un aristócrata completamente obcecado y dedicado a su trabajo, capaz de sentir una gran amistad hacia quien fue su profesor y posteriormente ayudante (alumno), Paul Krempe (Robert Urquhart), o de mostrar sus mejores intenciones con esta creación de un hombre “con manos de artista y cerebro de genio”, e incluso esbozar una sincera sonrisa cuando conoce a su bella prometida, Elizabeth (interpretada por Hazel Court, una de las reinas de los filmes de terror); pero igualmente frío e implacable cuando se trata de llevar a término su objetivo, aunque ello implique robar cadáveres, asesinar o incluso serle infiel a su futura esposa con la criada, Justine (Valerie Gaunt). N oha habido mejor Doctor Frankenstein en pantalla, grande o pequeña, que el del Cushing.
Película sobre todo de interiores y narrada en flashback, el del barón de Frankenstein en la cárcel confesándose a un capellán para evitar ser ejecutado en la guillotina en unas escasas horas, el filme de Fisher depara momentos tan brillantes como la poderosa imagen del enorme cuerpo de la criatura vendado y metido en una cisterna de vidrio en una especie de líquido amniótico. También la muerte del ciego y su joven lazarillo en el bosque cuando el monstruos escapa de la mansión del barón, o cuando éste es abatido por los disparos de Paul, cayendo al suelo mientras las hojas revolotean como si en el mismo aire se indicara que su alma se está yendo, luchando por no abandonar aún el mundo de los vivos.
Igualmente, entre las más recordadas, la muerte de Justine narrada en elipsis, después de que para librarse de ella, el barón la dejara encerrada en la estancia cerrada donde está su criatura. La escena de ella mirando y curioseando por el lugar irá seguida de una soberbia panorámica para descubrir la presencia del monstruo. Y otra imagen, una ocurrencia que en su momento significó todo un descubrimiento, el del impactante y divertidísimo primer plano del ojo de Frankenstein grotescamente aumentado a través de una lupa, un efecto que equilibraba durante unos instantes la deformidad física entre monstruo y creador.
Cartel e imágenes:
.
Comentarios
Publicar un comentario
"LOS COMENTARIOS ESTÁN SUJETOS A MODERACIÓN. POR FAVOR, EVITA EN CUALQUIER CASO LOS INSULTOS, COMENTARIOS FUERA DE TONO O CONTEXTO, OFENSIVOS, PROVOCADORES Y MERAMENTE PROMOCIONALES O SPAM. RESPETA LA OPINIÓN DEL AUTOR DEL ARTÍCULO O LA CRÍTICA, ASÍ COMO LOS COMENTARIOS DE LOS DEMÁS". CUALQUIER COMENTARIO CONSIDERADO COMO UN TROLL TAMBIÉN SERÁ BORRADO INMEDIATAMENTE.
POR LO DEMÁS, ¡ADELANTE! NOS ENCANTARÁ SABER TU OPINIÓN.