Zinemaldia 2012: 'El último Elvis'
Hay varias películas en el Zinemaldia que no me han gustado, desde la absurdez de Venuto al mundo a las clásicas pelis de festivales que juegan a la ambigüedad para esconder el vacío (Shell, Carne de perro). Pero he decidido centrarme en las que me gustan. ¿Para qué hablar de lo que no merece la pena si hay joyas escondidas como esta que merecen apoyo? Porque esta más que Beasts of the Southern Wild y otras indie-darlings, necesita que se hable de ella.
El último Elvis cuenta la historia de un imitador de Elvis agarrado a sus sueños que lucha con una realidad cotidiana que no deja de ponerle trabas. Es ante todo la historia de una lucha interior, una lucha en la que los sueños y la confianza en el talento propio se defienden con lanzas y escudos ante el asedio de una gris realidad que quiere derribarlos. Suena conocido, pero cuando una historia rebosa honestidad los tópicos se convierten en personajes reales con libre albedrío, que piensan y sienten sin la sensación de ser guiados por un guionista. Esta credibilidad necesita ante todo la ayuda de unos intérpretes de altura, y en este caso vaya si la tiene.
La película del debutante Armando Bo triunfa sobre todo por una actuación estelar del protagonista, John McInerny, que embute de honestidad y calidez al personaje y resulta empático al público incluso cuando sus acciones no son especialmente ejemplares. No sólo empatizas, sino que hasta puede que compartas su desazón. Su frustración ante una sociedad aborregada que no repara ante el talento individual, y su confianza ciega ante unos sueños que se van haciendo más y más lejanos pero siguen bulliendo intensamente en el interior. La relación con su hija resulta especialmente tierna, sin manipulaciones de por medio. Pura química actoral y afecto que traspasa la pantalla.
La música aquí brilla con luz propia, con unos covers de Elvis increíbles entre los que destaca una magnífica versión de Unchained Melody ante la que es imposible contener la emoción.. Otro de sus puntos fuertes es la fotografía. Con travellings suaves y elegantes que ayudan a sumergirse en la trama y hacen vibrar los recitales del protagonista. Se nota que la película ha sido muy cuidada en posproducción, con tonos saturados que oscilan entre marrones y ocres, y un regusto a 35mm muy de agradecer tras la revolución digital. Especial atención se ha dado también al uso de la luz, sobre todo en las escenas de los conciertos. Hay unos contraplanos con luces de fondo excelsos.
Los mejores momentos de la película provienen de la unión de estos dos atributos. Mientras "Elvis" toca Unchained Melody, podemos ver en la tapa del piano el reflejo de las luces nocturnas de la ciudad, y luego vemos las luces a través de la ventana, sugiriendo una bella metáfora. Siempre se nos niega el contacto directo con los sueños, siempre ha de ser a través de un filtro, un reflejo o una verja. Elvis ve cómo su futuro brilla al exterior, sus sueños relucen sin que él pueda alcanzarlos, mientras que ahí dentro, en el local, la gente empieza a captar el esfuerzo de su actuación y aplaude con sinceridad. ¿Es posible que la realidad y los sueños se reconcilien finalmente creando una armonía perfecta en el individuo?
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Qué pena que esta no pude verla, pero le tenía ganas. Y es que todo no se puede, y en un festival de cine menos!
ResponderEliminarCierto, es muy difícil encajar tu planning y ver todo lo que quieres en un festival. Yo me quedé con ganas de ver Dans La Maison y Rhino Season...
ResponderEliminarComo el El último Elvis ganó el premio Horizontes tal vez la estrenen en salas comerciales y podáis recuperarla. Que sé que más de uno se quedó con ganas de verla y la peli merece mucho la pena.