FANT 2015: In Order Of Dissappearance.


La gran ganadora del festival (un servidor estuvo en el jurado y le dio el premio a mejor guión). In Order Of Disappearance está destinada/condenada a ser comparada con los hermanos Coen. Su visión poco ortodoxa del noir, en el que caben el humor negro (las esquelas que salen cada vez que un personaje muere) y la ambientación glacial, recuerdan mucho a los Coen en general y a Fargo en particular. No sólo por la nieve, sino por lo que el protagonista representa. En ambas, tenemos a un protagonista que es un ciudadano ejemplar en su localidad, de aparente humildad y hasta ingenuidad, pero que al final es capaz de mucho más de lo que ellos mismos creen y esperan de sí mismos. A ambos se les vienen encima circunstancias que les obligan a tirar de recursos que no pueden ejercer desde su zona de confort, y a conocer partes de ellos mismos que pueden o no ser agradables.

Hay varios casos en el cine negro de los años 50 en los que la trama se enreda tanto en sí misma y la red de personajes se amplía tanto que resulta casi imposible de seguir. Ejemplo de esto son El sueño eterno de Howard Hawks o D.O.A. de Rudolph Maté, películas enormemente disfrutables desde otros frentes, pero en las que lo narrativo se enmaraña de tal forma que es un arduo ejercicio saber quién es quién y dilucidar la función de cada personaje en un momento determinado. Para un servidor, lo mejor de In Order Of Disappearance es el modo en el que se va complicando la trama pero de forma paulatina y cercana. Lo que empieza siendo una mera grieta (un padre decide investigar la muerte de su hijo y hacerles pagar a los culpables) se acaba convirtiendo en un cúmulo de grietas sobre una placa de hielo que amenaza con desmoronarse en cualquier momento. Esta concatenación de grietas sucede de modo inteligible, sin la presunción de otras cintas del género, que asumen que ya conocemos a los personajes y por tanto no se molestan en presentarlos. Hans Petter Moland sabe que el espectador no forma parte de ese mundo, y nos da tiempo, espacio y claridad expositiva para que nos familiaricemos con él.


Otro de los puntos positivos es que aparte del modo orgánico en el que la trama va complicándose, esta complicación no es baladí. Las tramas que se introducen no sólo son un suma y sigue de implicados, sino que dan vida, color y contraste a la película. Desde la conversación de Bruno Ganz con uno de sus empleados sobre el frío/eficencia-sol/vagueza, dos policías sensibles, el compañero del protagonista y su mujer recelosa de sus amistades, hasta la crisis progresiva del villano o el momento de risa compartido por el protagonista y Kristofer Hivju poco antes de que uno de los dos desaparezca cascada abajo… Todos los secundarios tienen su momento de gloria, y momentos de genuina humanidad se filtran entre sus escasas escenas.

El mejor ejemplo de esta humanidad insospechada en los secundarios es la pareja homosexual dentro del mundo criminal. Es algo que apenas ha sido explorado previamente en el cine y no se desarrolla lo suficiente. Se le da seguimiento en un par de escenas más, pero cuando parecía que iba a culminar o iba a tener una presencia importante en el clímax, se olvidan de ello. Este es uno de los pocos fallos que se le pueden achacar al guión; el olvidarse de algunos personajes que podrían haber dado mucho juego. También pasa con la mujer del protagonista al principio. Parece que va a ser un personaje recurrente y no se la vuelve a ver. Salvo este pequeño detalle, In Order Of Disappearance es una notable pieza de neo-noir con un humor nórdico distintivo, que demuestra mucho cariño por sus secundarios y que consigue mediante claridad lo que otras no consiguen mediante complicaciones varias. Tiene todos los ingredientes para dejarle a uno satisfecho pero sin culminar en entusiasmo.





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