Crítica: 'Misfits' 1ª temporada

MISFITS: Lo que Héroes no se atrevió a contar.
‘!Me parte el corazón! ¡Lleváis chaquetas! La cagamos más y mejor que cualquier otra generación. Lo teníamos todo. Éramos tan hermosos.’ (Nathan)
Con el paso del tiempo y la innegable fuerza del boca a boca, las series británicas han ido captando nuevos seguidores y llevando sus historias más allá de las fronteras inglesas, en parte gracias a que sus propuestas se han ido renovando con los tiempos olvidando el sentido estético del costumbrismo harto deprimente o el estereotipo de la ficción generacional anticuada, traduciendo dichos cambios en una visión más visceral y realista de la sociedad capaz de remover conciencias, divertir audiencias y sorprender con tan pocos medios, muy lejos de los presupuestos americanos.
Podríamos definir a priori a Misfits como ‘Skins conoce a Héroes’, pero a medida que los capítulos se suceden la serie se corona como un producto independiente de ambos y con identidad propia, alternativa, si bien es casi imposible que no creamos en un principio que una serie que cuenta con dos temáticas tan recurrentes –los superhéroes y los adolescentes-, no caiga irremediablemente en el tópico más manido restando calidad al conjunto y monopolizando desgraciadamente la opinión de un público que cuando no ve algo novedoso y que enganche en televisión, simplemente lo desecha (Flashforward).
En este sentido es donde Misfits se eleva triunfante ante los prejuicios: sus seis capítulos exentos de vacuo relleno apuestan por la progresión temática desde un inicio simple pero adictivo y retorcido, hasta un desarrollo prometedor, novedoso y espectacular, arriesgado y transgresor.
Con tan sólo seis capítulos la serie se ha convertido en un título de culto generacional con un éxito increíble en Inglaterra que ha tenido como consecuencia la preparación de una segunda temporada, ya en camino.
LA HISTORIA
Imaginad por un momento que sois condenados a trabajos comunitarios y que mientras perdéis el tiempo pintando un banco del parque, una increíble tormenta de granizo se deja caer sobre vuestras cabezas. Algo inusual ocurre, no es una tormenta normal: el granizo roza a veces el tamaño de pelotas de tenis -y algunos bastante más grandes-. Mientras corréis para resguardaros de una muerte segura, un rayo abre el cielo y con él nada vuelve a ser como antes -aunque no aparentemente-.
Habéis cambiado. Para siempre.
En este punto cabe preguntarse: ¿por qué hilvanar rebuscadamente una teoría llena de tópicos, genético-evolutiva o análogos acerca de los poderes que estos personajes consiguen, si podemos ir directamente a la acción?
El mundo ha cambiado, no sólo los protagonistas: en toda la ciudad –y quizá en todo el mundo- la tormenta ha cambiado a la gente aunque muchos todavía no han visto emerger las señales. Algunos se volverán invisibles, otros verán el futuro… otros manipularán la mente, se volverán agresivos, otros descenderán a los infiernos de la psicosis…
LOS PERSONAJES
Hay que dejar claro que el tema de la serie no es salvar el mundo (por el momento); se trata de que cada personaje sea capaz de salir de sus propios problemas previos a la consecución de los poderes y que ahora se ven empeorados por los mismos, convergiendo en un problema mayor en el que todos están implicados. Pero, ¿qué es eso de salvar al mundo? Ellos mismos ya tienen suficientes problemas que solucionar como para ponerse a pensar en eso.
A la hora de definir a los personajes vemos en Misfits otra diferencia con las series de superhéroes al uso, y es que a cada personaje se le otorga por decirlo de alguna manera, un poder en sintonía con su personalidad más arraigada: así, uno de los personajes más carismáticos pero a la vez más introvertidos y desconocidos es Simon Bellamy, cuyo delito fue incendiar una casa. Es un marginado social, un ser extraño cuyo poder es hacerse invisible ante la presión social, pero que irá dominando con el tiempo. Curtis Donovan, un atleta de élite que por una desacertada decisión entra en el peligroso universo de las drogas para ver cómo su sueño y su mundo se desmoronan. Tiene el poder de ver el futuro y de volver atrás en el tiempo para solucionar los fallos cometidos –entre otras cosas-, un guiño claro a que se siente arrepentido por sus actos del pasado; Alisha Bailey, portadora de uno de los poderes más novedosos visto jamás: es una persona a la que sólo le importa salir de fiesta. Si la tocas sientes deseos irrefrenables de acostarte con ella y/o sonrojarla con verdaderas animaladas muy subidas de tono; por otro lado está Kelly, agresiva y barriobajera con un acento británico casi opaco, capaz de leer la mente. Y finalmente Nathan, el antihéroe de la función, el de los comentarios ácidos y agudos, el que se burla de los demás, el arrogante, el engreído… un Dorian Gray de pelo rizado que borda sus escenas y que se gana irremediablemente la admiración de cualquiera que vea la serie. Su poder se intuye en el episodio cuatro pero se pasa toda la serie intentando descubrirlo, a su manera.
Dicho esto, la serie nos sumerge de lleno en un visceral, transgresor, arriesgado y mordaz viaje a la mente juvenil sin concesiones a los sentimentalismos, a los tremendismos o a las moralinas condescendientes que traicionan a la mayoría de los personajes de la televisión mal escritos.
Necesitamos que evolucionen a lo largo de los capítulos, y en Misfits no existen los personajes estancos: comienzan como desconocidos, solos ante un mundo al que se enfrentan únicamente defendiéndose con palabras más altas que las de sus compañeros, con miradas felinas y gestos de mal gusto, pero que terminan por forjar vínculos marcados a fuego y unidos por las circunstancias, en un ejercicio de sutil reinterpretación del por qué de las relaciones humanas y de lo que significa poder contar con alguien con quien confiar.
Vemos ahí la grandeza de la serie: la perfecta simbiosis de los personajes y su mundo adecuándolo a sus necesidades: se trata de personajes convencionales pero a la vez reales, en un mundo que indirectamente les ha invitado a demostrar lo que valen: les ha dado otra oportunidad, desconocida para ellos por el momento.
Asistimos a esa conjura entre amor y odio, entre lo grotesco y el humor negrísimo con toques macabros, revestido todo con una frescura temática que pasa entre la oda a la juventud y sus deseos de ser libres, a sus miedos e inquietudes, sus pensamientos más profundos y sus posibilidades de cambio, con un nexo de unión de las diferentes dimensiones que es nada menos que el amor.
Todo ello con el desenfrenado ritmo de ‘Corre Lola, Corre’ de Tom Twiker mientras suenan de fondo clásicos musicales como Heroin de The Velvet Underground, Atmosphere de Joy Division o como el magnífico y alegórico opening orquestrado por Echoes, ‘The Rapture’.
INFINITAS POSIBILIDADES
La televisión nos ha lavado el cerebro: ha hecho que asociemos el obtener poderes sobrenaturales con hacer el bien. Hacer el bien con enfrentarse a su antagonismo por excelencia: el mal, enfundado en el malvado que ataca a los buenos. Es justo aquí cuando la serie pone las cartas sobre la mesa y donde vemos clara la diferencia entre esta historia y el resto de aproximaciones análogas que ofrece la televisión.
Ese primer pensamiento del que os hablaba de ‘Skins conoce a Héroes’ se desvanece como en el viento: de la serie americana lo único que destila es la idea de las consecuencias de tener un poder, de ser distinto y de intentar comprender cómo cargar con ello, pero el resultado es bastante mejor que el de Héroes, reformulando las tramas y dando una vuelta de tuerca a la idea de superhéroe. Y de Skins, quizá sea deudora de ese aura adolescente, de sus inquietudes y de su forma de ver el mundo, pero con matices.
Mientras que Héroes es un bucle argumental que, en mi humilde opinión, hace tiempo ha perdido el rumbo al centrarse en la familia Petrelli a través de la cual compone las tramas -mezclándola con compañías y demás recursos pasados de moda-, en Misfits nos aproximamos al plano emocional del adolescente con otro tipo de preocupaciones distintas a la de ser la cheerleader de moda. Porque seamos sinceros, la realidad que desprende Misfits en sus imágenes impresiona precisamente por eso, porque es real, porque se desarrolla en un ambiente malsano y decadente donde la marginalidad está a la orden del día proponiendo un aire alternativo imprescindible.
Si hacemos referencia a Skins, ésta desarrolla su trama alrededor de la vida diaria de los adolescentes, de sus fiestas, de las clases, del alcohol, de la droga y de su obsesión por autodestruirse. En Misfits se vislumbra la superación del apartado autodestructivo, efecto ya descontado por los guionistas al mostrar personajes que ya lo han perdido todo de una forma o de otra, y que lo que pretenden indirectamente a pesar de que nada les importa lo más mínimo, es la redención.

TRANSGRESIÓN TEMÁTICA

Por tanto a igual que Skins pero superando, y por ende evolucionando el aura autodestructiva de los personajes hacia la búsqueda de la redención, la descripción que Misfits propone de la adolescencia podría ser interpretada como un desfase de lo que es realmente el mundo adolescente, una exaltación subida de tono que postula en su discurso a gritos y con palos de ciego, hiperbolizando acerca del surrealismo más puro, pasando del pensamiento relativista cultural al moral para terminar por dar pinceladas de existencialismo oscuro sobre los círculos sociales de la juventud actual, tildados por muchos de malsanos e inadecuados.


Contar esto es tremendamente arriesgado, y aquí hay que quitarse el sombrero ante el poder de Misfits (y Skins) al arriesgarse a tomar partido en temas y sentimientos que otras series desecharían por polémicos, o que suavizarían con vagos intentos de adoctrinamiento barato pero completamente vacuo: puede que algunos vean un reflejo indigno de la realidad llevado al paroxismo por personajes idolatrados, pero me temo que es más fidedigno de lo que nos gustaría creer, con su máxima expresión en el climax final del personaje de Nathan, en ese insuperable último capítulo mientras está subido en lo alto del centro social y se dirige a la multitud como un Kennedy postmoderno y desgarrador, adecuando su discurso a los temas que persigue la serie: una impresionante, malhablada a la vez que inteligente y mordaz oda a la juventud, a la adolescencia; una declaración de principios que reinterpreta el pensamiento existencialista del individuo admitiendo que los hombres no somos parte de esa supuesta mecánica ‘de un todo’, sino que cada hombre en su condición humana es capar de determinar el rumbo de su existencia, que nadie le puede poner un camino salvo uno mismo: el hombre es una integridad en sí misma, libre para actuar y llevar su propio destino.

Cambiar un supuesto destino perdido es posible, y lo demuestran perfectamente en esta serie con el devenir de sus personajes, que encuentran finalmente el camino ayudándose unos a otros.

Los estrechos lazos que los padres han forjado en sus hijos ya no sirven de nada, ellos mismos son capaces de crear su propio viaje, su propia vida y enlazar el rumbo a la madurez sin olvidar por supuesto la esencia de la adolescencia como bien dice Nathan, quien al final de su periplo redentor exalta el verdadero valor del que gozan los personajes: la juventud y sus consecuencias, un tesoro infravalorado pero del que él es completamente consciente y que por supuesto, utiliza a su favor.

Por todo esto Misfits se eleva a la categoría de ‘serie imprescindible’, por su alocada pero a la vez subversiva mirada al mundo de estos nuevos héroes y por ser ante todo una de las propuestas televisivas más transgresoras, divertidas, ácidas y mordaces que ha dado la pequeña pantalla en mucho tiempo.

Una pequeña joya.

‘Son estos poderes. No importa lo que hagas. Aquellos a los que amas serán los que los sufrirán’.
Podéis ver el trailer de la serie y los capítulos subtitulados juto aquí.


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Comentarios

  1. WOWOW!
    Totalmente de acuerdo!
    GRAN crítica!

    Deseando que llegue SERIES 2!

    Y sí, héroes perdió el Norte hace MUCHO... Desde el final de la primera temporada diría yo (aunque la aparición de Elle me cautivó en la 2ª)...

    ¡GRANDE, tito Alex! :D

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