Crítica: ‘The Secret of Kells’ – Obras de arte en movimiento


Para que luego digan que el cine no es cultura. Antes de ver ‘The Secret of Kells’ no tenía ni idea de la existencia del Libro de Kells (o Gran Evangeliario de San Columba), el precioso manuscrito con ilustraciones de una belleza inigualables realizado en el siglo IX. Un tesoro del cristianismo irlandés de la Edad Media y que se conservó intacto gracias a la labor de los monjes de la Abadía de Kells. Una joya a la que el largometraje de animación dirigido por Tomm Moore y Nora Twomey rinde tributo.

Lo importante en esta historia es la de elaborar una fabulación lo suficientemente atractiva en torno a la realización del Libro de Kells que, en la ficción de la película, empezará a ser desarrollado por un anciano maestro en las artes de la ilustración procedente de la Abadía de Iona (los mismos historiadores no parecen ponerse de acuerdo en si el manuscrito fue iniciado por monjes de la isla de Iona o en la Abadía de Kells), para después ser completado por un joven monje (Brendan, el protagonista de la historia) con la ayuda de una hada muy especial que vive en el bosque (Aisling) rodeada de lobos y con poderes mágicos, entre ellos el de transformarse en una loba blanca.

Los libros, las ilustraciones, y en definitiva los conocimientos, el arte y la cultura sobreviviendo pese a todas las adversidades a lo largo del tiempo y dejando un legado de incalculable valor es otra de las ideas que nos sugiere ‘The Secret of the Kells’. Adversidades que en la época están representadas por la amenaza de los temibles “hombres del Norte”, los vikingos que arrasaban con todo y que en el filme de Moore y Twomey únicamente se les puede reconocer una palabra de manera inteligible, la de “Gold” (oro). Lo efímero de la codicia y el poder destructor de las guerras frente a la permanencia del arte y la creación.



El principal inconveniente de ‘The Secret of Kells’ es que el argumento padece de demasiados altibajos. Está la presentación inicial del joven Brendan, tras un ganso para quitarle las plumas que los monjes utilizarán para cargar de tinta y confeccionar sus manuscritos, que entra de lleno en el gag fácil de trompazos y golpes para despertar la supuesta simpatía del espectador; unos personajes en exceso arquetípicos o simplificados (como la obsesión del abad, y tío de Brendan, en construir la muralla que deberá protegerlos de los feroces vikingos) o un climax final no especialmente logrado.

Pero ello no debe de ser obstáculo para recomendar encarecidamente ‘The Secret of Kells’, pura delicia visual. Sus dibujos están hechos basándose en las perspectivas, geometrías y saturación de colores, propias de las ilustraciones del arte céltico medieval; y también en las construcciones (piedras, tumbas) del período megalítico.

Bellísimas formas plagadas de iconos paganos, religiosos y legendarios; y fuertes contrastes con las escenas de mayor crudeza, con colores rojos (sangre) y negros (oscuridad y muerte) para las escenas de guerra, con cuervos negros sobrevolando el cielo y los invasores del Norte campando a sus anchas. Y aunque el guión no permita desatar más mi entusiasmo, sus imágenes son una obra de arte en cada uno de sus planos.





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