Crítica: 'Bruc. El desafío'
Como es lógico, las únicas sensaciones que puede tener el espectador minutos antes de enfrentarse a "Bruc. El desafío" son temor y desconfianza hacia una producción del que poco se sabe, aparte del nada tranquilizador nombre de su director (Daniel Benmayor, quien debutara con la muy decepcionante "Paintball") y de que la trama relata un acontecimiento histórico relegando todo el protagonismo en Juan José Ballesta, quien aún tiene mucho que demostrar en pantalla.
Concretamente, la película se centra en la leyenda del tamborilero de la Batalla del Bruch, aquella que tuvo lugar en junio de 1808 y que supuso la primera derrota de las tropas napoleónicas en la guerra de la independencia española. Según la misma, todo se debió a un niño que, al no poder combatir por su escasa edad, decidió ayudar a las tropas españolas haciendo resonar su tambor con todo el ímpetu del mundo; el eco resultante, favorecido por la geografía única de las montañas de Montserrat, provocó que los franceses huyeran despavoridos. Esa es la historia (ligeramente alterada en el film) que sirve como punto de partida para narrar lo que vino después, y que es lo que interesa a Benmayor, a Patxi Amézcua y a Jordi Gasull (estos dos, guionistas). Porque ahí está la primera sorpresa agradable: "Bruc. El desafío" arranca con la batalla ya terminada, y centra la totalidad de sus esfuerzos en la cacería del maldito tamborilero, por parte de un grupo de mercenarios franceses (o así) capitaneados por Vincent Perez y Santi Millán. Nada de rigor histórico ni limitaciones surgidas de las obligaciones de un biopic al uso, esto es puro cine de acción; y de acción grande, como atestiguan las imágenes iniciales que ya evidencian un importante despliegue de recursos.
Se trata de unos minutos que desde luego pillan desprevenido al espectador, aún con el recuerdo de los últimos productos históricos demasiado fresco en la memoria y cuya perplejidad aún no evita esos temores iniciales, en especial cuando descubre no sólo el gusto del cineasta por el exceso (con situaciones de pura molestia sensorial, como la recreación del conflicto), sino que toda la cinta va a ser hablada en catalán por mucho que ni la mitad de su reparto sea capaz de ello. Y eso incluye a un Ballesta cuya presencia en pantalla se ve seriamente mermada por sus dificultades con la llengua. Cierto es que últimamente el cine en dicho idioma ha ganado enteros, hasta convertirse incluso en un valor añadido muy a tener en cuenta a la hora de decantarse por pagar una u otra entrada, pero si no se dispone de actores autóctonos la jugada puede salir mal, y en el caso que nos ocupa el flirteo con el desastre es continuo.
Entre unos y otros consiguen que la incredulidad siga reinando, pero a todas estas los minutos pasan, la película se asienta en el género de la acción de manera definitiva, y los referentes empiezan a ser de aúpa.
Lejos de cualquier idea que uno podía hacerse a priori, “Bruc” se convierte en un western de duelos desiguales y persecuciones sin tregua; o mejor aún, en una mezcla entre “Rambo”, “Deliverance”, “El Señor de los Anillos” y “Depredador”.
Pura adrenalina, en definitiva, a la que se recurre por la vía clásica: con innumerables secuencias de escapada por las montañas, con explosiones por todo lo alto y tiroteos ensordecedores, y con un buen puñado de escenas muy violentas a nivel visual, con chorretones de sangre empapando la pantalla. Todo tratado siempre desde una excelencia formal inesperada e inaudita, que le transfiere un aspecto formal digno de las mejores superproducciones.
Claro, todo ello implica una banalización importante. Desde la caracterización de los personajes (el grupo de malosos) a las líneas de guión, la planificación de todo el asunto e incluso a las poses de Ballesta, no hay nada en el film que no sea un cliché o una referencia obvia, y por ello no son pocos los pasajes fácilmente predecibles o los momentos en los que queda poco claro si la cosa va en serio o no. A fin de cuentas, nada que no suceda en ninguna otra producción de género que se precie, y que en el caso de “Bruc” se acaba convirtiendo además en punto a favor.
Y es que entre unos y otros, los 90 minutos de metraje pasan volando, haciendo de ella una película tan brutalmente honesta, como sumamente efectiva. Sensaciones inauditas en el cine de corte histórico, que se agradecen y encuentran su recompensa en la que es una de las películas patrias más entretenidas del año.
Por Capitán Spaulding, La casa de los horrores
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Y... ¿es en 3D? ;)
ResponderEliminarLa verdad es que me sorprendió. Sí que es una peli de clichés, pero muy bien hechos. Destaco las pintas de Vincent Pérez y Santi Millan, y la sorprendente aparición de jerome le Banner, ex campeón de kikcboxing
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