Make then laugh... 'Extraterrestre' de Nacho Vigalondo

Del mismo modo que proclamó Donald O’Connor en la célebre canción aparecida en “Cantando Bajo la Lluvia”, Nacho Vigalondo asume tal premisa como única salida viable para el precario presupuesto que maneja en su celebrada última película: “Extraterrestre”. El gastado axioma de la carencia de recursos contemplada como ventaja en lugar de hándicap, enarbolado con más sentido que nunca desde que Roger Corman dejó de hacer cine. De ese modo, el que los personajes apenas abandonen el techo que les cobija durante el metraje termina por jugar en favor de una historia contada de modo tan vistoso como simple.

La trama, a modo de juego de espejos, juguetea con los dobles sentidos para narrar la peripecia de Julio (Julián Villagrán) y Julia (Michelle Jenner), amantes de una noche a los que una invasión extraterrestre convierte en involuntarios eremitas. A tan singular dueto se unirá un vecino con pocas luces, enamorado no tan secretamente de Julia (Carlos Areces) y el oligofrénico novio de ella (Raúl Cimas) erigido por su propia cuenta y temerario riesgo en líder de la camada.

Vigalondo se ve forzado a rechazar cualquier aventura fantástica, arrinconando la ciencia-ficción en favor de una comedia de tinte cañí en la mayor parte de su artificialmente alargado metraje. Los hallazgos, que los hay, nacen más del genio particular de secundarios como Cimas o de un memorable Miguel Noguera (alucinado sosias de Pepe Navarro de barrio) que de las aportaciones que suministra un guión lastrado por la escasez y un patente ombliguismo que va tomando forma según se afianza la cinta. De tal modo, no son pocas las ocasiones en las que nos sentimos espectadores de un episodio chanante bajo un contexto que excede con mucho las prestaciones de la película.

Con todo se trata de un ejercicio fílmico ejemplar en lo que concierne a la gestión de recursos tanto como al manejo de las expectativas que, una vez consolidado el cambiazo, no nos importa tanto como la hora y media cómplice expendida en su lugar. Vigalondo derrocha su especial talento para vender humo, haciéndolo pasar por materia lo suficientemente sólida como para saciar al más hambriento. Lo hace con el descaro del prestidigitador, mientras nos mira a los ojos para convencernos de que una cuarta parte de ovni en nuestras fantasías siempre será mejor que uno completo que revienta la Casa Blanca con todo lujo de detalles. Al menos con el suyo no nos entran ganas de pedir que se nos devuelva el dinero.


Por Alex (publicado originalmente en Puedo saltar charcos )






Comentarios

Entradas populares