Crítica: 'Scream 4' - Scream se ríe de Scream


Un comienzo tan hilarante como brillante nos abre las puertas de Scream 4, mientras coloca rápidamente las cartas sobre la mesa: estamos ante una peli de sustos (más bien sobresaltos), sangre y humor negro negrísimo. La gran virtud del film de Wes Craven es su, manifestada a gritos, falta de pretensiones. Estamos ante la cuarta, ¡cuarta!, parte de una saga de terror y eso lo sabemos los espectadores pero, sobre todo, lo sabe el director.

Sabe que podría tratar de "revitalizar" la historia y meter en una hora y cuarenta minutos la historia de los primeros ancestros de Ghostface, con drama de por qué realmente comenzó todo y, de paso, algo de crucifijos y agua bendita, que últimamente está muy de moda en el cine de terror. O podría haber optado por coger a unas cuantas caras bonitas con tirón y de paso menos talento interpretativo que una hoja de perejil (léase Taylor Lautner, por ejemplo), meterlas en un instituto y que corra la sangre.

Pero Wes ha tirado por el callejón de en medio. Sabe lo que todo el mundo pensará al escuchar que existe Scream 4: "oh venga más cuchillo, más chillidos, más careta y más adolescentes". Y ha cogido todo eso y lo ha metido en la batidora Pero también ha añadido a la mezcla unas buenas toneladas de sentido del humor. Un sentido del humor que carga sus tintas en contra de todo el universo que rodea a Scream y, en general, a toda película de terror rodada durante los últimos veinte años, riéndose a carcajadas y en la cara de los polis de patrulla que van a hacer la ronda nocturna alrededor de la casa y acaban con un cuchillo clavado en la frente, de la tía buena que chilla en sujetador mientras la sangre resbala por sus preciosos morritos, del asesino que siempre ha de ser rematado porque aparecerá por detrás cuando el protagonista lo crea muerto y de la chica que huye aterrorizada subiendo de dos en dos los peldaños de la casa de tres pisos con el teléfono en la mano.

Scream 4 lo tiene todo: un buen puñado de adolescentes (con friki, tía buena y ex novio incluidos), un instituto, un parking de noche, casas de dos pisos, una fiesta regada por el alcohol y las hormonas, porches, un sótano, un cuchillo, llamadas a un teléfono inalámbrico en mitad de la noche. Parece que no falta nada, ¿no? Pues Wes Craven se sienta y da el pistoletazo de salida: ¡que empiece la fiesta!

La cinta, a lo largo de dos horas, va girando alrededor de todos los elementos que ridícula y últimamente siempre aparecen en toda cinta de terror. Lo que la diferencia de estas es que Scream 4 no trata de enmascararlo, "no se hace la tonta". Al contrario. Cada vez que coloca en pantalla un pedazo de tópico, Scream 4 se ríe con nosotros. "Atención, aquí viene el tópico del timbre que suena y no hay nadie en el porche", parece avisarnos entre risitas incontenibles. Y, efectivamente, la chica abre la puerta... y no hay nadie. Y nos reímos. No de la película, sino con ella. Porque todos estamos participando en esto.

Por supuesto, la cuarta parte de Scream no es "Agárralo como puedas". Wes Craven quiere hacernos reír pero también, quizá sobre todo, quiere asustarnos. Lo primero lo consigue con gracia y soltura. Lo segundo... menos.

Es verdad que hay sobresaltos y momentos de tensión. Pero no hay terror. Claro que, realmente, ¿alguien lo esperaba? Es decir, estamos viendo la cuarta parte de Scream. No nos hemos puesto a ver El Resplandor. Sabemos a lo que nos atenemos. Todos los que nos ponemos a ver esta película lo hacemos porque sabemos lo que vamos a encontrar: mucho cuchillo clavado, muchas persecuciones escaleras arriba y muchas puertas entreabiertas. Pues si encima nos dan todo esto y añadiendo a la mezcla un sentido del humor de lo más afilado y diálogos y situaciones tremendamente divertidas (intencionadamente), ¿qué mas queremos? Y oye, que Scream 4 se ríe de la previsibilidad del género, sí, pero también contiene algún que otro giro inesperado. No muchos, tampoco nos emocionemos. Pero alguno sí que hay.
La cuarta parte de la saga de la careta tan inquietante como ridícula es tremendamente entretenida. Sus dos horas se pasan volando y no existe ni un minuto de descanso. No pensarás en ningún momento eso de "venga, pero que maten ya a alguien, ¿no?". Es vertiginosa, es divertida. ¡Hay momentos de verdadera tensión! No te darán ganas de abrazarte al cojín de tu sofá, pero sí que vivirás algunos instantes de quedarte muy quieto, en silencio, mirando la pantalla. Temiendo que, si mueves un pelo, va a saltar el de la máscara por cualquier esquina de la casa de la protagonista.

La protagonista, sí. Wes Craven dice "a la mierda todo" y va y coge a Neve Campbell, a Courteney Cox, a David Arquette. Los mismos protagonistas que en las anteriores entregas, ¡con dos ...!. Por supuesto, desde la primera peli han acabado desmembrados una buena parte de los diferentes personajes, por lo que ha añadido esta vez caritas nuevas como Emma Roberts (no sé si era culpa de ella o del doblaje, pero qué ganas de que el cuchillo se lo clavasen de una vez a la condenada) y Hayden Panettiere. Un elenco en su sitio, interpretando casi todos bien a sus personajes (que tampoco es que se trate de una tragicomedia de Shakespeare pero oye, lo que han de hacer lo hacen bien, qué leche).

En definitiva, Scream 4 es una película digna de ver. Con amigos, con tu novio/a, con tu familia. La veas con quien la veas, te lo vas a pasar estupendamente. Te reirás, te pondrás nervioso, apretarás en algún momento con fuerza el brazo del sofá, quizá hasta te lleves algún sustito, desearás cerrar los ojos en alguna escena de sangre y vísceras y se te pasará el rato volando. Y que todo esto te lo ofrezca una película de miedo de las de hoy, en esta época con carteleras plagadas de cine de terror que provoca más bostezos que gritos, es de agradecer.





















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