Maniac: bellas cabelleras.




'Maniac' comienza con fuerza. En un paseo nocturno en coche que nos recuerda a Drive (no sólo por la cámara subjetiva, sino también por la música synth ochentera), Elijah Wood da caza a su primera víctima, arrancándole la cabellera de forma brutal. Escenas como esta se sucederán a lo largo de la película, haciendo las delicias del aficionado al gore. Maniac nos cuenta la historia de Frank, un joven solitario que es propietario de un almacén con maniquíes. Siendo psicológicamente inestable, intentará mantenerse a raya y ser una persona normal cuando conoce a Anna, una encantadora fotógrafa que le pide sus maniquíes para una exposición. Pero las voces de su cabeza siguen dictándole que mate.

La película funciona primero por la interpretación de Elijah Wood, que a pesar de aparecer en pantalla escasos 15 minutos, su omnipresencia carga con el peso del relato. Sus facciones tristes y pómulos hundidos reflejan su desesperación al mirarse en el espejo, así como el soterrado deseo de cambiar y redimirse. El espectador llega a pensar que tiene probabilidades de conseguirlo, a pesar de que su enfermedad mental le persigue como una sombra. El guión de Alexandre Aja consigue, pues, crear un personaje con enjundia que no sólo está escrito para matar.



Después está la decisión estética de rodar la mayor parte de la película en plano subjetivo. Con ello se consiguen unos planos muy chulos y sumergir más al espectador en el momento, pero también se desvelan las deficiencias del guión. El plano subjetivo nos anticipa la información de que va a haber una nueva víctima. Esto ocurre en muchos giallos. Lo malo en este caso, y el punto flaco del guión de Aja, es que algunas escenas de asesinatos no tienen ningún efecto en el desarrollo de la trama, lo cual produce una sensación de monotonía cada vez que una víctima aparece en el radar de Frank.

El director introduce de forma contenida unos flashbacks que no molestan, pues son pocos y ayudan a describir las motivaciones del protagonista sin caer en subrayados. La labor de Franck Khalfoun es en todo momento efectiva y dinámica, pero al contrario que en 'Stoker', donde se compensaba la simpleza de la historia con una inagotable creatividad, aquí hay "sólo" buen hacer. Es más que suficiente para entretener, pero no para indagar con más hondura en las oquedades de la psique humana.




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