Zinemaldia '13: 'The Zero Theorem'.
La recepción de la última película de Terry Gilliam en Venecia no ha sido la mejor, pero el hecho de que levante tantos odios como pasiones de forma tan igualada responde a la valentía de su producto, y no tanto a la calidad del mismo. Sencillamente, Terry Gilliam no se casa con nadie. Su estilo barroco brilla aquí como nunca y se puede tener una aversión irracional hacia su excentricidad galopante; pero no olvidemos que esa misma excentricidad es parte de lo que se propone mostrar Gilliam, y no algo que se le olvidó contemplar.
¿Qué mejor modo que enmarcar una historia sobre la pérdida de Fé en una iglesia abandonada? Ahí, Qohen Leth (Christoph Waltz) pasa sus días enfrascado en un trabajo que le atormenta y le hace infeliz, pero parece que es la única opción, o al menos no se plantea ninguna otra. Sin embargo, es otra la razón por la que se despierta cada mañana: espera una llamada. Una llamada que descifre la ecuación que dé sentido al universo y ponga cada dígito de la vida en orden. En una sociedad con tintes orwellianos, en la cual una figura de Jesucristo con una cámara en el lugar de su cabeza actúa como el definitivo corruptor de la privacidad, y donde el vibrante colorido de las vestimentas oculta lo gris de lo que yace debajo, el protagonista halla un oasis de verdad y calidez en el personaje de Bainsley (Mélanie Thierry). Este contraste es esencial para la película, ya que tras el cínico retrato de esa sociedad deshumanizada, se encuentra un optimismo perenne capaz de trascender todas las limitaciones que nos hemos autoimpuesto. La semilla de este optimismo puede encontrarse en cualquier lado: en un bosque, en una cara amada... O en el caso de Qohen, en una fiesta, lo cual es irónico para alguien que padece de agorafobia.
La película posee muchos detalles ingeniosos que dan vida al conjunto. Desde un Matt Damon que, como un camaleón, se viste para pasar desapercibido, hasta una hilarante Tilda Swinton que advierte a Christoph Waltz de los peligros de encapricharse con Bainsley, pasando por carteles promocionales que critican la Cienciología para anunciar un nuevo culto basado en... Batman. Es la era del absurdo. Si algo he de reprochar a la película es que desaprovecha algunos de sus secundarios, como Peter Stormare o Ben Whishaw (el personaje de Tilda Swinton también podría haber dado más de sí), probablemente debido al reducido tiempo de rodaje. Por lo demás, 'The Zero Theorem' es una película fresca e ingeniosa que en ningún momento da señales de sequía creativa, y eso en los tiempos que corren es mucho.
Esta es, sobre todo, una película sobre la redención espiritual. Resulta triste que mucha gente, y más con las prisas festivaleras, entiendan la tesis de la película pero no apliquen las reflexiones que plantea a sus vidas. Que sigamos enganchados al iphone mientras escribimos sobre lo ridículo de estar enganchado al iphone. Y seguimos tecleando. Ese es el sinsentido que critica Gilliam, pero siempre con esperanzas en el potencial de los hombres. Agradezco que, al contrario que Haneke o Von Trier, Gilliam haga películas cada vez más optimistas a medida que va envejeciendo, y siga atento a las señales de la bondad humana. Pero no de un modo pasteloso, ni perpetuando clichés de probada efectividad, sino zambulléndose en lo desconocido y viendo qué hay al otro lado. De qué somos capaces. Y como espectadores, deberíamos también evaluar nuestra capacidad para dejarnos llevar por lo desconocido, y ver si el escepticismo con el que lo encaramos está justificado.
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