Cine y literatura: La mujer del teniente francés




















La mujer del teniente francés. John Fowles, 1969
La mujer del teniente francés. Karel Reisz, 1981


En 1969, John Fowles pública  La mujer del teniente francés, cuya historia está situada en 1867, en plena época victoriana y en un momento en el que una serie de rupturas sociales e ideológicas estaban teniendo lugar. Baste decir que Marx publicaba El capital ese mismo año y Darwin había editado en 1859 El origen de las especies, cuyas ideas en contra de la teoría cristiana del creacionismo estaban provocando un auténtico revuelo.

En este ambiente de cambio de época, de transición de una Inglaterra conservadora y religiosa a otra basada en la razón y el conocimiento, los personajes de La mujer del teniente francés se caracterizan por ejercer una lucha continua para renegociar las expectativas familiares y los deberes sociales que de ellos se esperan. Todos luchan por encontrar su libertad: Charles rompe su compromiso matrimonial con Ernestine por amor a Sarah y los sirvientes Sam y Mary abandonan a sus señores para buscar una nueva vida en la ciudad convirtiéndose en unos asalariados burgueses que ahora tienen sus propios criados. Sarah Woodruff, la  auténtica desencadenante de la acción, es una mujer que tiene que luchar contra la carga de un pasado que le valió el sobrenombre de La puta del teniente francés. No es de extrañar que su nombre esté tomado de la protagonista de Tess of the d'Ubervilles, de Thomas Hardy, por quien Fowles sentía una tremenda devoción.

Pero el gran valor de la novela radica en su ruptura formal. En el capítulo 13, John Fowles detiene la acción e introduce sus apreciaciones sobre el papel del escritor, el proceso de creación de una obra y la forma en que los personajes se independizan de la intención del autor, desobedeciendo sus órdenes y convirtiendo la novela en un organismo con vida propia. En posteriores capítulos, el narrador vuelve a interaccionar con el lector de diversas maneras, llegando a convertirse en un personaje más que aparece sentado en un compartimento de tren junto a Charles o de pie en la calle delante de una casa. Incluso llega a proponer tres finales diferentes, sorteando su orden y explicándonos las razones para hacerlo.

Estas cuestiones son las que han llevado a considerar a La mujer del teniente francés como la primera metaficción historiográfica y a ocupar un lugar en el canon literario. Pero 
el hecho de que John Fowles adopte una perspectiva del siglo XX para contarnos una historia del XIX, una de las características más alabadas de la novela, supone la mayor dificultad para su adaptación cinematográfica. De alguna manera, la técnica literaria empleada era algo que debería estar presente en la película y el hombre elegido para hacerlo fue Harold Pinter, famoso autor teatral y también guionista de aclamadas películas como El mayordomo, de Joseph Losey. Su opción fue la de simultanear la historia de amor de Charles y Sarah en el siglo XIX con la de Mike y Anna, dos actores trabajando en una adaptación al cine de la misma novela, siendo Maryl Streep y Jeremy Irons los encargados de dar vida a ambas parejas. Este estrategia narrativa, unida a un montaje que yuxtapone ambas épocas (en algunos momentos de forma vertiginosa) y al uso de diferentes escenarios para cada época, dio lugar a un importante debate en el momento del estreno del film con diversidad de opiniones.

Como punto final, podemos decir que la lectura y la visión (preferentemente en este orden) de La mujer del teniente francés, supone una gran oportunidad para descubrir tanto el talento literario de John Fowles, como el perfecto y sorprendente trabajo llevado a cabo por el equipo cinematográfico para adaptar una de las principales novelas del siglo XX. El ejercicio de comparación entre libro y película se presenta apasionante.

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