Crítica: 'La LEGO Película' ('The LEGO movie)
Es incontable el número de stop-motions caseros, hechos con figuras de LEGO, que se han acumulado en la red a lo largo de los últimos años, desde videoclips, pasando por sorprendes vídeos explicativos, hasta la más perversa de las sátiras. Pero lo que más sorprende es lo que ha tardado la perdurable marca danesa en hacer su propia película. Una marca que durante años ha sabido cómo conservar la imagen de su producto, adaptándose a los nuevos tiempos de forma astuta y apropiada. En todo caso, la espera ha valido la pena: Phillip Lord y Chris Miller -los responsables de las divertidísimas 'Infiltrados en Clase' y 'Lluvia de Albóndigas'- junto a Chris McKay ('Robot Chicken'), han armonizado la técnica de animación 3D y la de stop-motion para crear ésta hilarante comedia llena de perspicaces gags. Mezclando géneros de la forma más cohesionada posible, La LEGO película abraza tanto el western como la ciencia ficción, lo fantástico y la más trepidante acción. Todo ello en un mundo creado a base ingenio y agudeza, que tiene como protagonista a Emmet, un obrero anodino acostumbrado a seguir las reglas a pie de la letra. Hasta que un día conoce a SuperCool, que lo confunde con el elegido para salvar el mundo cúbico en el que viven, del que habla una antigua profecía. A partir de ese momento, la vida de Emmet se convierte en una carrera a contrarreloj por parar a Mega Malo de destruir la ciudad.
'La LEGO película' es una oda a la creatividad a través de una descomunal explosión de colores y formas. Un universo en el que todo es posible y extraordinario, llevando implícito el mensaje de "Hazlo tú mismo", o de forma más evidente, "deja de leer las instrucciones". Una sátira mordaz que se desenvuelve a un ritmo vertiginoso. Pero tampoco olvida su propósito principal, venderse, por supuesto: se podría decir de ella que es un ejemplo de la publicidad más elaborada y original vista hasta la fecha. Bien estructurada, en ella nada es fortuito ni está ubicado al azar. LEGO autoproclama su valor de marca, para hacer manifiesta su originalidad y resistencia al paso del tiempo. Anuncia a ritmo de Tegan and Sara (junto a The Lonely Island) que todo es awesome (fabuloso, en su versión doblada), haciendo de ello su pegadizo eslogan y gingle.
Así pues, sin pelos en la lengua y con su descabellado y a la vez brillante humor absurdo, desborda ingenio y descaro, alzándose como un entretenimiento para todos los públicos. Definitivamente, se le puede catalogar como un desvergonzado blockbuster que nos conduce a modo de montaña rusa por un terreno asediado de desternillantes juguetes. Y aunque en ocasiones no se molesta en esconder su naturaleza propagandista, es difícil no perdonar su atrevido product placement, cosa que no entorpece el disfrute de cada secuencia. A pesar de ser un pastiche de los personajes y las películas más icónicas de la cultura pop, nada excede en ésta alocada aventura que se mantiene coherente y fiel a ella misma hasta el final. Una experiencia amena, disparatada, y magníficamente construida. Eso sí, es un arma de doble filo: por un lado funciona como comedia enérgica y emocionante, pero también como una potentísima herramienta de marketing, capaz de persuadir al más reacio. Nosotros nos quedamos con el cúmulo de gags corrosivos, su planteamiento técnico tan bien realizado, y su sorprendente conclusión, que le otorga más sentido -si cabe- a la obvia declaración de intenciones por parte de LEGO.
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