Caostica 2014: Festival de cortometrajes y videoclips.
Hace casi un mes se celebró la edición número 12 del festival de cortometrajes y videoclips de Caostica. Es un festival que acoge todo lo underground y atrevido, ya sea terror/fantástico o comedia burra. "Bizarra", sería la palabra clave, y así se llama una de las secciones del festival. Pensaba hablar de él antes, pero ocupaciones de diversa índole me lo impideron. En vez de ir hablando de todos los cortos que no sean reseñables, voy a ir mencionando el mejor y el peor corto de los 3 días de proyecciones:
DÍA 1.
Lo mejor: 'Canis', de Marc Riba y Anna Solanas.
Un cortometraje de animación en stop-motion que recuerda a la prosa desangelada del Cormac McCarthy de 'La carretera', tanto en estética (gris, depresiva) como en temática: un hombre solo sobrevive en una casa rodeada de perros salvajes. Estos perros funcionan como metáfora de una sociedad agresiva, que acorrala al individuo que no se acoge a sus reglas. A este le será difícil emprender hasta la más sencilla de las tareas: la supervivencia. La dureza de las escenas de ataques perrunos hacen que, cuando aparezca una mujer, el espectador respire aliviado. El contacto humano, después de todo, tiene el poder de acallar los ladridos de alma.
Lo peor: 'Cólera', de Aritz Moreno.
Uno de esos cortometrajes que reúne sólo dos cualidades de las muchas que deberían ser necesarias para triunfar en el circuito festivalero: un actor de renombre (Luis Tosar) y un apartado técnico irreprochable. ¿Lo demás? Vacío. Un plano secuencia onanista en el que vemos a unos pueblerinos matar a un hombre desfigurado que vive apartado del pueblo. Lo frustrante del cortometraje es cómo lo supedita todo a ser "un plano secuencia de 6 minutos que te cagas". No desarrolla nada, y flirtea con temas que debería tratar con más rigor. ¿Crítica a la mentalidad de masa? Le quitas el último plano y parece que la defiende. ¿Visión compasiva de un hombre-monstruo al estilo de John Merrick en 'El hombre elefante'? Apenas aparece el tiempo suficiente para apreciar el esfuerzo de maquillaje.
DÍA 2.
Lo mejor: 'La Gallina', de Manel Raga.
Un cortometraje en blanco y negro que consigue crear un universo propio en sintonía con las pulsiones psicológicas de los personajes. Por su ambiente de opresión edípica, recuerda en ocasiones a 'The Grandmother' de David Lynch. Un niño busca a su madre. Un padre asesina a su mujer. Una gallina que parece ser la perfecta sustituta de la madre fallecida. Relato sobre instintos oscuros, mecanismos de sustitución, y sobre cómo una mirada adolescente interpreta ese mundo de perversión adulta.
Lo peor: 'Villanos digitales', de David Sainz.
Otro de los numerosos 'gags' que se proyectaron en el festival. El problema es que la mayoría de ellos no tenían desarrollo alguno, y resulta difícil considerarlos como cortometrajes propiamente dichos. Esta parodia de algunos personajes arquetípicos del mundillo 2.0 parece más bien parece un spot publicitario. No es horrible, sencillamente es una anécdota que no da para más que un par de risas fáciles. Seguramente no buscaba nada más, pero es uno de esos productos que piden tan poco como dan.
DÍA 3.
Lo mejor: 'Dientes de otro', de Manuel Ortega Lasaga.
Seguramente, el mejor corto que vi en todo el festival. Aquí los chistes son parte del camino y no el único destino. La perversión no es sólo un recurso para llegar a la risa fácil, sino un elemento arraigado a la filosofía (o ausencia de esta) de los personajes: dos vagabundos dispuestos a lo que sea por conseguir unos dientes. Se usa esa perversión para potenciar el drama y el desarrollo de las tramas, y no sólo en favor del humor. Las interpretaciones naturalistas aportan la credibilidad que se perdería con más presupuesto y menos suciedad: no se puede maquillar la indigencia. Su falta de tabúes y su rechazo a las convenciones hacen que no tengas ni idea de lo que puede pasar de un momento a otro, algo muy raro de ver hoy en día. El anarquismo expresivo de sus imágenes le permite invocar emociones primitivas en el espectador: asco, odio, incomodidad, miedo; pero también la diversión que surge de remover todo eso en una batidora. El final es un ejemplo muy claro de lo que consigue el corto: la degradación moral que hemos respirado durante todo el trayecto nos lleva a pensar en cosas peores de lo que el mero guión sugiere.
'Dientes de otro' es un cortometraje transgresor que no busca maneras epatantes de manifestar esa transgresión. Simplemente, lo lleva en la sangre. En algunos momentos, es un desvarío gore en la línea del Peter Jackson primerizo; en otros, un retrato de alienación social digno de Harmony Korine. En todo caso, es una prueba de los buenos resultados que da combinar una actitud macarra con un sincero respeto hacia el arte de contar historias de personajes. Y a pesar de que estos personajes estén en su punto álgido de senectud física y moral, se percibe el cariño con el que fueron concebidos tras el olor de la mierda.
Lo peor: 'El calipo', de Fran Menchón.
La sinopsis de este cortometraje reza: "Reflexiones existencialistas de dos hombres". Sartre, perdónales porque no saben lo que dicen. Chorrada que explota todas las combinaciones para referirse a una persona del modo más vulgar posible. Tiene gracia los dos primeros minutos y los actores son buenos, pero debería haberse quedado en un notodo. Alargarlo hasta los ocho minutos agota la máquina antes de tiempo y subraya la vulgaridad de su humor. No es el peor corto del festival, pero lo incluyo aquí para representar esa cansina corriente de cortos partiendo de la premisa "dos idiotas hablando en un banco". He visto tres del mismo palo en este festival y a cada cual peor.
Con todo, el balance del festival ha sido positivo. Los cortos atrevidos y diferentes compensaron las carencias del resto. El grandísimo colofón de todo esto fue la fiesta de clausura... Pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.
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DÍA 1.
Lo mejor: 'Canis', de Marc Riba y Anna Solanas.
Un cortometraje de animación en stop-motion que recuerda a la prosa desangelada del Cormac McCarthy de 'La carretera', tanto en estética (gris, depresiva) como en temática: un hombre solo sobrevive en una casa rodeada de perros salvajes. Estos perros funcionan como metáfora de una sociedad agresiva, que acorrala al individuo que no se acoge a sus reglas. A este le será difícil emprender hasta la más sencilla de las tareas: la supervivencia. La dureza de las escenas de ataques perrunos hacen que, cuando aparezca una mujer, el espectador respire aliviado. El contacto humano, después de todo, tiene el poder de acallar los ladridos de alma.
Lo peor: 'Cólera', de Aritz Moreno.
Uno de esos cortometrajes que reúne sólo dos cualidades de las muchas que deberían ser necesarias para triunfar en el circuito festivalero: un actor de renombre (Luis Tosar) y un apartado técnico irreprochable. ¿Lo demás? Vacío. Un plano secuencia onanista en el que vemos a unos pueblerinos matar a un hombre desfigurado que vive apartado del pueblo. Lo frustrante del cortometraje es cómo lo supedita todo a ser "un plano secuencia de 6 minutos que te cagas". No desarrolla nada, y flirtea con temas que debería tratar con más rigor. ¿Crítica a la mentalidad de masa? Le quitas el último plano y parece que la defiende. ¿Visión compasiva de un hombre-monstruo al estilo de John Merrick en 'El hombre elefante'? Apenas aparece el tiempo suficiente para apreciar el esfuerzo de maquillaje.
DÍA 2.
Lo mejor: 'La Gallina', de Manel Raga.
Un cortometraje en blanco y negro que consigue crear un universo propio en sintonía con las pulsiones psicológicas de los personajes. Por su ambiente de opresión edípica, recuerda en ocasiones a 'The Grandmother' de David Lynch. Un niño busca a su madre. Un padre asesina a su mujer. Una gallina que parece ser la perfecta sustituta de la madre fallecida. Relato sobre instintos oscuros, mecanismos de sustitución, y sobre cómo una mirada adolescente interpreta ese mundo de perversión adulta.
Lo peor: 'Villanos digitales', de David Sainz.
Otro de los numerosos 'gags' que se proyectaron en el festival. El problema es que la mayoría de ellos no tenían desarrollo alguno, y resulta difícil considerarlos como cortometrajes propiamente dichos. Esta parodia de algunos personajes arquetípicos del mundillo 2.0 parece más bien parece un spot publicitario. No es horrible, sencillamente es una anécdota que no da para más que un par de risas fáciles. Seguramente no buscaba nada más, pero es uno de esos productos que piden tan poco como dan.
DÍA 3.
Lo mejor: 'Dientes de otro', de Manuel Ortega Lasaga.
Seguramente, el mejor corto que vi en todo el festival. Aquí los chistes son parte del camino y no el único destino. La perversión no es sólo un recurso para llegar a la risa fácil, sino un elemento arraigado a la filosofía (o ausencia de esta) de los personajes: dos vagabundos dispuestos a lo que sea por conseguir unos dientes. Se usa esa perversión para potenciar el drama y el desarrollo de las tramas, y no sólo en favor del humor. Las interpretaciones naturalistas aportan la credibilidad que se perdería con más presupuesto y menos suciedad: no se puede maquillar la indigencia. Su falta de tabúes y su rechazo a las convenciones hacen que no tengas ni idea de lo que puede pasar de un momento a otro, algo muy raro de ver hoy en día. El anarquismo expresivo de sus imágenes le permite invocar emociones primitivas en el espectador: asco, odio, incomodidad, miedo; pero también la diversión que surge de remover todo eso en una batidora. El final es un ejemplo muy claro de lo que consigue el corto: la degradación moral que hemos respirado durante todo el trayecto nos lleva a pensar en cosas peores de lo que el mero guión sugiere.
'Dientes de otro' es un cortometraje transgresor que no busca maneras epatantes de manifestar esa transgresión. Simplemente, lo lleva en la sangre. En algunos momentos, es un desvarío gore en la línea del Peter Jackson primerizo; en otros, un retrato de alienación social digno de Harmony Korine. En todo caso, es una prueba de los buenos resultados que da combinar una actitud macarra con un sincero respeto hacia el arte de contar historias de personajes. Y a pesar de que estos personajes estén en su punto álgido de senectud física y moral, se percibe el cariño con el que fueron concebidos tras el olor de la mierda.
Lo peor: 'El calipo', de Fran Menchón.
La sinopsis de este cortometraje reza: "Reflexiones existencialistas de dos hombres". Sartre, perdónales porque no saben lo que dicen. Chorrada que explota todas las combinaciones para referirse a una persona del modo más vulgar posible. Tiene gracia los dos primeros minutos y los actores son buenos, pero debería haberse quedado en un notodo. Alargarlo hasta los ocho minutos agota la máquina antes de tiempo y subraya la vulgaridad de su humor. No es el peor corto del festival, pero lo incluyo aquí para representar esa cansina corriente de cortos partiendo de la premisa "dos idiotas hablando en un banco". He visto tres del mismo palo en este festival y a cada cual peor.
Con todo, el balance del festival ha sido positivo. Los cortos atrevidos y diferentes compensaron las carencias del resto. El grandísimo colofón de todo esto fue la fiesta de clausura... Pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.
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